Manuela V. Carmona 

Orizaba, Ver., 21 de abril de 2025.- Al menos diez mujeres que llevan hasta dos décadas vendiendo elotes y esquites en el atrio de la Catedral de Orizaba denunciaron haber sido excluidas del espacio y amenazadas con la cancelación de sus permisos por negarse a pagar cobros irregulares exigidos por Rosario Abad Ramírez, quien administra los puestos presuntamente con el aval del párroco “Demetrio”.

Las comerciantes relataron que solicitaron permisos provisionales al Ayuntamiento para vender en la plazoleta municipal durante Semana Santa debido al hacinamiento en el atrio.

Sin embargo, tras su solicitud, Abad Ramírez les prohibió volver al atrio, cerró las puertas del lugar y les envió mensajes indicándoles que el padre no tenía tiempo para atenderlas. El permiso externo ya venció, por lo que actualmente no pueden trabajar ni adentro ni afuera.

Las afectadas denunciaron pagos semanales de 150 pesos y multas de 25 pesos por retrasos, además de cobros extraordinarios durante fiestas patronales —mil pesos— y hasta mil 500 pesos por los días de Semana Santa. «No entrega recibos; dice que son ‘cooperaciones’ para la Iglesia, pero son abusos», señalaron.

También acusaron favoritismo hacia vendedoras cercanas a Abad Ramírez, quienes llevan menos tiempo en el lugar, y la imposición de uniformes —gorras y playeras— bajo amenaza de sanción. «No somos empleadas de ella», afirmaron.

Según las comerciantes, Abad Ramírez se integró hace aproximadamente diez años con el argumento de realizar labor social, pero actualmente también comercializa productos dentro del atrio.

Aseguran que no tiene documentos oficiales que respalden su cargo y que incluso acudió al Ayuntamiento para bloquear sus permisos externos.

Ante la falta de diálogo con el párroco Demetrio, quien supuestamente se ha negado a recibirlas, las mujeres solicitaron la intervención del obispo para investigar los cobros y su exclusión. “Ya se pasó de su límite. No es justo que nos cierre las puertas por no pagar sus abusos”, concluyeron.

Actualmente, sólo cuatro vendedoras —las más recientes y allegadas a Abad— conservan sus espacios en el atrio. El resto permanece en la incertidumbre, esperando una respuesta que les permita recuperar su fuente de ingresos.