Grupos de la delincuencia organizada se diversifican. Muchos ya no quieren correr los riegos del trasiego de drogas y han optado por un trabajo sencillo con ganancias pingües y riesgos minúsculos: extorsionar a los productores de alimentos.

Un impuesto extra para venderles, como en los viejos tiempos, seguridad. El impuesto se traslada el costo final de los productos, muchos de los cuales están por las nubes como lo sabe cualquier que haya visitado un mercado en los últimos días.

La policía opta por no meterse en líos, espera que le llegue su parte y mientras tanto voltea para otro lado. Frutas, verduras, legumbres, pollo, huevo, tortillas, todo deja.

Uno de los productos emblemáticos de este latrocinio impune es el aguacate, pero por supuesto que no es el único. No hay denuncias, no hay seguimiento, pero sí hay complicidad. Nadie se hace cargo. El Estado se desvanece. | Se destaca en “Pepe Grillo” de La Crónica.